De los nervios

Fiordo de Saguenay I (Canadá)

Si te encuentras en Quebec, y quieres hacer la ruta del fiordo de Saguenay, es casi imprescindible que dispongas de un coche de alquiler. Y, por supuesto, de un GPS. Es muy fácil perderse por las carreteras canadienses, y no encontrarás muchos sitios donde preguntar.

Ruta por el fiordo de Saguenay y Charlevoix

Ruta por el fiordo de Saguenay y Charlevoix

Nada más salir de la ciudad de Quebec te encontrarás con un paisaje impresionante. Hay que cruzar la reserva de Laurentides, y también puedes desviarte hasta el Parque Nacional des Grands Jardins. Dicen que Canadá tiene 1 millón de lagos, afirmación que puede parecer exagerada, pero sí es cierto que hay muchos. Al principio te llaman la atención y paras a hacer alguna foto, hasta que tras unos cuantos kilómetros te acostumbras. Lo que apenas hay son gasolineras. Es mejor llenar el depósito cuando está medio lleno que arriesgarse a quedarse sin gasolina en medio de la carretera. Creo recordar que en los 230 km que hay desde Quebec a Alma sólo encontré una gasolinera.

Camiones de Canadá

Camiones de Canadá

En las carreteras no hay mucho tráfico, así que se circula con tranquilidad, pero cuando ves por el retrovisor los mastodónticos camiones canadienses, la verdad es que asusta un poco. Conducir por Canadá sin prisas, parando donde quieres, contemplando un paisaje extraordinario, es un placer. Durante mi ruta por el fiordo de Saguenay estaba deseando coger el coche para disfrutar del paseo.

Conduciendo por Canadá

Conduciendo por Canadá

Alma es una ciudad que como tal no tiene encanto ninguno, pero sí los alrededores. La ciudad se ha construido a lo largo de la carretera, con viviendas, restaurantes y tiendas a ambos lados, pero puede servir como base para visitar la zona. Abundan los hoteles/moteles parecidos a los que aparecen en las películas americanas, aunque no creas que por su aspecto exterior van a ser precisamente baratos.

Iglesia de Alma

Iglesia de Alma

Soy especialista en meterme en líos, así que decidí visitar el lago Saint Jean, un lago enorme que se encuentra a sólo unos kilómetros de Alma. Después de dar varias vueltas con el coche, me parecía imposible poder acceder a él. Es normal en Canadá que todo el perímetro de los lagos sea propiedad privada. Una pareja canadiense con la que coincidí unos días después me contó que durante el siglo pasado se ofrecía como incentivo a los colonos grandes extensiones de tierra y acceso a los lagos para habitar áreas que hasta entonces permanecían deshabitadas. Los canadienses aún hoy construyen sus casas en la orilla y les pertenece, por ley, el espacio entre la vivienda hasta la orilla. De esta forma es muy difícil que un turista pueda acercarse a la orilla. Como no encontraba un mísero hueco por el que meterme, aparqué el coche en un edificio con un cartel que ponía «Club«. Pensé que sería una especie de club deportivo, e incluso si fuera un club de «señoritas», tampoco me importaría, ya que les explicaría mi deseo de visitar el lago y seguramente me dejaban pasar. Me acerqué a la entrada, abrí la puerta, y pasé a un enorme salón, donde había más de 20 personas. Noté tras mi espalda que la puerta se cerraba automáticamente con un sonoro clapppp. Allí me encontraba, en medio de no sabía dónde. Varios hombres que se encontraban sentados se levantaron y se acercaron hasta mí. Entonces me di cuenta: estaba en una residencia psiquiátrica….¡Ay mi madre!. Disimuladamente, comencé a caminar hacia atrás hasta que mis manos tocaron el picaporte. Intenté moverlo, pero no se movía. Seguramente el mecanismo estaba bloqueado para que los enfermos no pudieran salir y escaparse. ..¡Ay mi madre!… Uno de los hombres que se acercó, de unos 40 o 50 años, babeaba, y con la mirada perdida, comenzó a tocarme el pelo. En ese momento ya estaba petrificada. El otro, frente a mí, con la cabeza ladeada me miraba fijamente. Con un hilo de voz grité: ¿Hello?, ¿Hello?. Nadie. ¿Quién me mandaría a mí meterme en esa casa?. ¿Hello?, ¿Hello? de nuevo. Nada. Estaba inmóvil. Sacando fuerzas de donde no me quedaban volví a gritar, y desde la terraza del fondo entró una señora vestida de verde. Llevaba guantes de jardinero y en la mano un trapo con el que, sacudiendo suavemente a los dos hombres, los apartó de mí. Recordaba películas en las que los enfermos mentales se hacen pasar por médicos, así que casi gritando le dije que había entrado por equivocación, que sólo quería ver el lago, y que sentía la intromisión. Aún no sabía si era una cuidadora o una de los enfermos. Por lo menos hablaba inglés, y me preguntó de dónde era. «Soy española», le contesté. Y entonces me dijo que pasara, que ella tenía muchas ganas de conocer mi país: visitar México DF, Acapulco, etc….Ni siquiera me atrevía a contradecir o corregir a mi salvadora.

Al fin pasé y pude visitar el lago. Lago que jamás olvidaré…

Lago Saint Jean

Lago Saint Jean

Desde Alma, bordeando el lago Saint Jean se llega a la población de Saint Felicien, pero puedes parar en el camino en pueblos como Roberval. Pueblos tranquilos a la orilla del lago con grandes zonas verdes.

Típica casa canadiense a orillas del lago con una réplica en miniatura para que jueguen los niños

Típica casa canadiense a orillas del lago con una réplica en miniatura para que jueguen los niños

Si hay algo que te sorprenderá de Canadá es su limpieza, la educación de su gente y su civismo. En los parques, si ves montones de juguetes o bicicletas, no se trata de juguetes perdidos. Los canadienses, cuando sus hijos dejan de utilizar los juguetes los dejan en cualquier parque para que otros niños los sigan disfrutando. Todos los juguetes están en perfecto estado y nadie se los lleva.

Paseando por Roberval

Paseando por Roberval

El Zoo Sauvage du Saint Felicien consta de casi 500 hectáreas y más de 1.000 especies de animales. El precio es un poco elevado (54 CAD), pero merece la pena una visita, ya no sólo por la experiencia de ver animales viviendo en libertad, sino porque dentro del parque hay también paisajes increíbles (folleto en pdf)

Búfalos en el Zoo Sauvage

Búfalos en el Zoo Sauvage

Ciervos

Ciervos

Osezno

Osezno

Oso polar

Oso polar

Osa polar

Osa polar

Borrego cimarrón

Borrego cimarrón

Oso Pardo

Oso Pardo

Hay un vehículo, grande, del tamaño de un autobús, sin ventanas pero con rejas para proteger a los turistas, que tirado por una especie de tractor realiza una visita por el parque. No me gustan ese tipo de paseos, pero reconozco que merece la pena, no sólo por los animales, sino por ver los paisajes donde viven gran cantidad de animales en libertad. Se puede decir que los animales que viven en este parque son unos grandes privilegiados.

El parque cuenta con casi 500 hectáreas

El parque cuenta con casi 500 hectáreas

Lagos

Lagos

Antigua exclusa

Antigua exclusa

A pocos kilómetros, entre Saint Felicien y Alma se encuentra la población de Val J´Albert. Situado entre Chambord y Roberval, se trata de un auténtico pueblo fantasma que fue abandonado por sus habitantes tras un período de esplendor durante los años 20.

El pueblo fantasma de Val J´Albert

El pueblo fantasma de Val J´Albert

Cuenta con una pequeña cascada (Ouiatchouan), donde se construyó a principios del siglo pasado una pequeña central eléctrica.

Cascada de Ouiatchouan

Cascada de Ouiatchouan

Es de esos sitios completamente prescindibles que subsisten únicamente para y por el turismo. En una réplica de autobús de la época se recorre el pueblo hasta la catarata, con un conductor ataviado también de la época. En la calle principal hay tiendas y heladerías decoradas como si se tratase de locales de principios del siglo XX, e incluso hay una actuación en la que se recrea la historia del pueblo. Se puede subir en funicular hasta la parte superior de la catarata. De alguna manera hay que justificar el alto precio de la visita.

Cualquier lugar a lo largo del lago ofrece vistas más interesantes .

Imposible contabilizar los lagos que hay en la zona

Imposible contabilizar los lagos que hay en la zona

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